Hoy llegué a la casa después de un largo y agitado día de trabajo, de esos que pesan en el cuerpo y en la mente. De los que a veces dan ganas de salir corriendo sin destino. De huir sin saber a dónde. Es normal, los días difíciles hacen parte de la cotidianidad… de la vida. Pero al final de la jornada, cuando entras a la casa, sientes que todo puede estar mejor, encuentras regocijo y paz. Me desprendí de la ropa y de todo lo que me quitara libertad; vestido, tacones, reloj y argollas. Sentí una sensación de alivio gigante, como si me hubiese desvestido el estrés. De repente estaba sentada en mi habitación mirando de reojo al espejo contemplándome tan sola, tan liviana y tan renovada. En brasier, en calzones y en plenitud.
En una época le temía a la desnudez, sobre todo cuando pasaba por el espejo. Sentía que era alguien escudriñándome todos y cada uno de mis defectos para después gritármelos en la cara. Estamos llenas de miedos e inseguridades cuando nos deprendemos de la ropa y en ocasiones nos autoflagelamos más de lo debido. Quererse a sí misma no es una premisa inventada por los libros de superación, tiene que ser una obligación de cada mujer porque a comparación de los hombres, solemos mantener la autoestima más baja seguramente porque día día el ideal de belleza es más exigente.
Cuando empecé a valorarme, a aceptarme y a amarme con mis virtudes y mis defectos, la vida empezó a fluir de mejor manera. El espejo ya me sonríe y me grita que estoy hermosa o quizás nunca me gritó nada pero yo elegí qué escuchar. Paseo por mi casa en calzones, cocino en calzones y lavo en calzones. La libertad se construye con los actos más pequeños y ¿dónde puedo ser más libre que en mi casa?, ¿en qué estado puedo disfrutar más mi libertad que sin ropa? (Lee también “¡No al brasier pero sí al brasier!”)
Algún día te das cuenta que se vive mejor centrando la atención en tus propios ideales y no en los que impone una sociedad cada vez más contaminada por imaginarios absurdos. Me acepto con mis gorditos, con mis estrías o con mi celulitis y así debe hacerlo quien decida estar conmigo. Hago lo posible por cuidarme para estar bien pero si no puedo ¿qué me gano con rechazarme?
Acabo de pararme de la cama. Empieza a ponerse oscuro, casi es hora de comer. Me levanto y camino hacia la cocina simulando una pasarela. Paso por el baño y en el reflejo de la cabina observo mi cuerpo tan imperfecto y tan funcional, tan terrenal y tan femenino y pienso, con total certeza, que la vida en calzones es mejor.